Una mirada a los conceptos
cultura y
humanismo
La palabra cultura se deriva del latín
colere-colui que significa cultivo o cuidado para obtener
provechos. En los primeros tiempos de su utilización
estuvo enlazada a la tierra y su
cuidado, lo cual se evidencia en el término agricultura.
Este incluía el sistema de
acciones,
creencias, ceremonias, costumbres, normas,
así como los hombres y mujeres que las realizaban y la
tierra como
objeto central. Por tanto, este concepto
nació como portador de un todo y con una dimensión
universal y múltiple.
En el año 45 a.n.e. Marco Tulio Cicerón
escribió sus Disputas Tusculanas, donde le da un sentido
diferente al término cultura. Lo vincula al cuidado de la
razón y le abre el camino a su empleo en el
funcionamiento de algo que no era la tierra, como es lo que con
el tiempo se
llamó cultura juris, cultura litterarum, cultura linguae.
(Kristova, 1984)
El concepto se extendió a otras áreas de
la vida humana. En esta extensión conservó su
espíritu universal que se mostraba cuando al decir cultura
litterarum se hacía referencia a la producción, cuidado, transmisión,
recepción y consumo de
cuanto tenía que ver con la literatura.
En 1684 Samuel Pufendor, en su obra Acerca del derecho
natural, caracteriza la cultura como producto de la
creación de los humanos, resultado de su actividad y
complemento de su cuerpo y voluntad, que lo enaltece y contrapone
a la naturaleza,
(Kristova, 1984) a la cual ha de enfrentarse para
afianzarse.
La cultura aparece no sólo separada de la
naturaleza y enfrentada a ella, sino que ontologizada, convertida
en algo existente fuera de los humanos y contexto de su desarrollo.
En el siglo XIX hay momentos importantes en el
desarrollo del concepto cultura. Entre ellos está 1871,
cuando E. B. Tylor lo concibe como un todo complejo, donde
quedan incluidos el
conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el
derecho, las costumbres y cualquier tipo de capacidad adquirida
por el humano en tanto miembro de la sociedad. Esta
amplitud se manifiesta en la concepción de Clyde Kluckhon,
quien lo entiende como un modo total de la vida de un pueblo,
legado que el individuo
adquiere de su grupo, manera
de sentir y creer, etc. Esta extensión aparece asimismo en
B. Malinowsky. Muestra de ello
es su libro Los
argonautas del Pacífico occidental. (Geertz,
1988)
Durante el siglo XX abundaron los conceptos sobre
cultura, en los cuales ha sido concebida como: 1- símbolo;
2- significado; 3- valor; 4-
actividad; 5- conducta; 6-
educación;
7- creación; 8- modo de vida; 9- esencia; 10- identidad; 11-
nivel de desarrollo.
En estos estudios ha prevalecido la mentalidad
ingenieril, operacional, pero no hacemos mucho con ganar
precisión y operatividad si perdemos extensión y
alcance. Si lo que quieren los ingenieros del saber es ser
preciso y operativo, entonces es preferible que quien tenga esos
deseos, cree otro concepto, pero que no limite la
extensión del existente.
La vida humana no cesa de hacerse más y
más compleja. Eso no puede ignorarse. La universalidad del
concepto cultura no puede perderse ni ignorarse y tiene que
recoger esa complejidad. Con ese propósito se ha llegado a
hablar de la cultura en distintas esferas: 1- cultura
artística y literaria; 2- cultura moral;
etc.
También suele hablarse, con la misma
intención ecuménica, de la cultura de grupos
sociales, clases
sociales, comunidades humanas, de un pueblo o nación,
o de un grupo de pueblos o naciones. Así aparece la
referencia a la cultura según niveles intelectuales
y financieros y por la presencia del anonimato y lo experiencial,
que se recoge en el concepto cultura popular.
Si queremos salvar la universalidad original del
concepto cultura, tenemos que ampliarlo verdaderamente y negar la
idea de S. Pufendorf. Del concepto cultura no se puede excluir la
naturaleza, porque nosotros, los humanos, somos parte de ella.
Por tanto, concibo la cultura como un todo complejo, que no es
sólo resultados de la obra humana, sino que incluye la
naturaleza.
No basta con pretender la amplitud de este concepto. Es
preciso aspirar a la realización de una cultura humanista,
que sólo puede concebirse si se analiza a la luz del
humanismo. Este merece precisión. Algunos autores lo
relacionan a la etapa renacentista o al estudio del
período greco-romano, otros absolutizan con él el
plano individual; no faltan quienes lo limitan a alguna
especialidad particular, sobre todo a la pedagogía o la psicología.
El humanismo visto con un lente filosófico
consiste en un cuerpo constituido por puntos de vista, teorías
y proposiciones que tienen como base una concepción acerca
de los humanos, a quienes a partir de la cual se les ubica en el
centro del quehacer teórico y práctico con vistas a
su emancipación y creación de óptimas
condiciones para su desarrollo; de tal modo son aprehendidos como
fin y no como medio. (Abbagnano, 1963; Guadarrama,
1998)
Los componentes esenciales de esta concepción
son: 1- la afirmación de la dignidad, con
la cual se subraya la valía de los hombres y mujeres y su
derecho al libre desarrollo, simplemente por ser hombres y
mujeres; 2- la observación permanente de su
emancipación con respecto a cualquier fuerza que los
oprima o limite y de su perfeccionamiento en todos los sentidos; 3-
la vigilancia del contenido de cooperación de las relaciones
humanas; 4- la exclusión de cualquier tipo de
explotación de un humano por otro; 5-el respeto al
derecho de cada humano, de los grupos sociales y
de toda la sociedad humana a su existencia, desarrollo integral,
creatividad,
originalidad y diferencias.
Contiene la conjugación dialéctica de lo
individual, lo grupal y lo social, de lo común y lo
diferente, sin la sobrevaloración o menosprecio de ninguno
de ellos y sostiene la lucha contra el egoísmo, el
individualismo y el socio-centrismo. Representa la importancia
dada a la formación en los humanos de amor y respeto
por sus similares, sentimientos que deben enriquecerse con otros
análogos pero dirigidos a la conservación del
planeta. De tal modo, es el fundamento donde se dimensiona la
visión acerca de la esencia y desarrollo
humanos.
El humanismo representa la negación de todo lo
antihumano, es decir, cuanto provoque daños corporales o
espirituales a cualquier hombre o
mujer, así
como a la humanidad y al entorno, porque ahí desarrolla su
vida. Es la antítesis de la
alineación, la cual concibo como "todo poder supuesto
a fuerzas aparentemente incontroladas por el hombre, que
son expresión histórica de incapacidades de
dominio
relativo sobre sus condiciones de existencia engendradas
consciente o inconscientemente por éste, limitando sus
grados de libertad".
(Guadarrama, 1997)
Entendido de este modo, el humanismo puede ser un lente.
A través de él cobra relieve el
modo de estudiar cualquier objeto, fenómeno o hecho en su
relación con los humanos, donde se conjugan los
componentes anteriores. Vista la cultura con ese lente, cabe
aspirar a una cuya característica esencial sea ser
humanista.
No pretendo que la humanidad arribe a la cultura
humanista un día específico, cuando alguien lea la
declaración oficial y se le rinda honor a los símbolos apropiados para un acto de tal
solemnidad. La humanización de la cultura no puede ser
vista como un hecho a lograr en un período corto, con un
sistema de tareas estructuradas en un algoritmo de
trabajo. Ha de
ser una eterna estrategia y
esencia de cada una de las tácticas que se empleen en el
ámbito cultural.
Este concepto es un ideal y un instrumento para remover
nuestras cavernas internas. Con ella como derrotero, e incluso
sin mencionarla, tenemos que ser capaces de trazar caminos. Entre
ellos caben cuantos eleven la condición humana a
peldaños superiores. Menciono tres que considero
imprescindibles: el enfrentamiento perpetuo a la
cosificación y la alienación, la
democratización de la cultura y el propósito de
mantener la dignidad en el sitio más venerado.
La cultura humanista es antitética a cualquier
modalidad de la cosificación y la enajenación, fenómenos estos siempre
cambiantes y propensos a arraigarse en la vida humana. Estos dos
conceptos los entiendo muy ligados entre sí. Refieren la
limitación de las capacidades y posibilidades de hombres y
mujeres, el aplastamiento en todos los sentidos que ese hecho
representa y la reducción del humano a la condición
de objeto, de una cosa.
Ha sido condenado de muchas maneras y por quienes
repudian la degradación humana. En ese listado cabe el
pensador cubano Juan Marinello Vidaurreta cuando comenta la vida
en el campo de su patria de inicios de la década del 30
del siglo XX: "Los hombres han devenido cosas, cosas que deben
andar – como las carretas – su trayecto entre el
corte y la estera y describir – como las mochas – su
órbita previa en el aire caliente."
(Marinello, 1989)
Un paso imprescindible en la humanización de la
cultura es su democratización extensiva e intensiva.
Posibilidades reales de acceso, participación, control y consumo
abierto, son algunos de los rasgos de una cultura
democrática. El conocimiento
es vía e instrumental. Es también una necesidad en
perpetuo cambio, pero
estable en su presencia. El saber dota de cualidades superiores a
los hombres y mujeres, los ennoblece y les proporciona armas para la
vida.
La democratización de la cultura es el proceso
mediante el cual cada humano, independientemente de sus
particularidades, llega a tener posibilidades reales tanto para
producir como para consumir. En este accionar es importante tener
en cuenta más de un factor. Uno de ellos es la dignidad,
según la cual cada hombre y mujer vale por el simple y
elemental hecho de ser un hombre o una mujer.
En este caso resulta oportuno recordar unas palabras de
José Martí:
"yo quiero que la ley primera de
nuestra república sea el culto de los cubanos a la
dignidad plena del hombre. En la mejilla ha de sentir todo hombre
verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre".
(Martí,
1975)
La ciencia y la
tecnología
a través del humanismo y como componentes de la
cultura
En la mundialización la ciencia y
la tecnología no pueden ser ignoradas. Mucho menos por
parte de quienes queremos una cultura humanista. No constituye
una novedad teórica caracterizar el concepto ciencia como
profundo y complejo. Tampoco lo es considerar la posibilidad de
surgimiento de polémicas al referirse a él. Ello se
debe a su continuo enriquecimiento, hecho favorecido en gran
medida por sus vínculos con la sociedad y la filosofía, las cuales inciden en su
contenido, objetivos y
hasta fronteras. (Núñez Jover, 2002)
En los años 70 del siglo XX, muy ligado al
concepto ciencia, se forma el de tecnología, (Sáez,
1981; Layton, 1989) de la cual se han configurado no pocas
definiciones. Una de las más difundidas es la de vertiente
aplicada de la ciencia. Con una conexión entre sí
hoy difícil de debilitar, ambas recorren un camino que
resulta interesante valorar a través del
humanismo.
Al observar la ciencia y la tecnología con este
lente, cualquier estudioso puede captar su esencia humanista,
desalienadora, dada en su objetivo
esencial: dotar a los humanos de conocimientos, destrezas y
fuerzas, al abrirles el camino hacia un mundo donde además
de satisfacer las necesidades materiales y
espirituales, empleen el saber para alargar y alegrar la vida
humana en armonía con toda la naturaleza. Ellas son una
muestra de la afirmación humana.
La humanidad desarrolla la ciencia y la
tecnología no como un entretenimiento. Esta
afirmación puede avalarse con los beneficios que obtiene.
Entre los resultados sobresalientes de los últimos
años están:
La microelectrónica. Es la base de la revolución
en las comunicaciones
que acorta distancias y facilita el flujo de información con las computadoras,
las redes, la
televisión
digital, los sistemas
automáticos, los robots, la telefonía móvil, entre otros, cuya
existencia es fuente para sucesivos logros
científico-tecnológicos.
Las biotecnologías. De ellas son productos
varios tipos de vacunas y su
novedosa producción, así como biopreparados y
medios de
diagnósticos para la salud humana y veterinaria,
la producción de anticuerpos monoclonales para el diagnóstico de enfermedades, el desarrollo
del programa para el
diagnóstico prenatal de malformaciones congénitas y
enfermedades hereditarias, la ingeniería
genética, en cuyo universo trabajan
los científicos con los genes, para luchar contra algunas
dolencias y características biológicas.
La energía
nuclear. De ella es destacable el creciente empleo de sus
fuerzas para el beneficio de los humanos, como es el uso de los
isótopos radioactivos, los cuales al desintegrarse emiten
radiaciones y permiten crear métodos
diagnósticos de suma precisión, como la
tomografía computadorizada. Además, su
utilización reporta beneficios a la humanidad mediante la
industria del
carbón, el
petróleo y el cemento, entre
otras.
En sentido general, la ciencia y la tecnología se
hacen acompañar por el aumento de la calidad de
vida dado por el mejoramiento de la salud, el alargamiento de
la duración de la existencia humana, el incremento del
tiempo ligado al reforzamiento de las intenciones de ocuparlo en
el desarrollo físico y espiritual, conjugado con la
recreación y el tiempo libre, el
surgimiento de nuevas formas de distracción, el incremento
del cultivo del intelecto, la eliminación de las barreras
de comunicación, el logro de desplazamientos
más veloces, entre otros aspectos. Visto el asunto de tal
modo, los logros científicos y tecnológicos no
deben constituir un fin en sí mismo, sino un medio para
promover el desarrollo
humano, sobre todo equitativo. (Martínez,
2003).
Ejemplos como estos demuestran que al estudiar la
ciencia y la tecnología un principio básico debe
ser el tener en cuenta su substancia humanista. No obstante, es
preciso puntualizar algunas cuestiones:
1- esperar de ellas la solución de todos los
problemas es
sobredimensionar su papel y sus posibilidades reales. El mundo de
hoy exige la mancomunidad de todas las fuerzas humanas para
explicarlo y transformarlo.
2- Referir la esencia humanista de la ciencia y la
tecnología no significa ignorar sus consecuencias
negativas, o sea, la ruptura de dicha esencia.
3- Subrayar la esencia humanista de la ciencia no
significa verla pura y noble (Tarazona, 2003) para propiciar la
asociación de sus malas consecuencias exclusivamente a los
políticos y a los industriales. De tal modo, el
enjuiciamiento moral no está dirigido a la ciencia en
sí, sino a sus usos y aplicación, es decir, la
tecnología. En este caso es preciso subrayar un hecho: el
uso de los adelantos científicos, también de los
tecnológicos, está relacionado con la sociedad y la
cultura, con la política y el
mercado. El
destino de la ciencia no depende exclusivamente de la
tecnología.
No es conveniente olvidar que a pesar de la relativa
independencia
de la ciencia y la tecnología, su existencia no es ajena a
la cultura y la sociedad, por eso sobre ellas actúan las
normas y valores
morales, las creencias y convicciones, los intereses
profesionales, económicos, políticos, entre otros.
Cualquiera de ellos puede atentar contra la esencia humanista y
romperla. (Tezanos, 2002)
Sin menospreciar la influencia de otros factores, el
peso de la política es destacable. La ciencia y la
tecnología han devenido asunto político, pero no
han tomado completamente el poder. Esta afirmación no
significa que se pretenda la dirección de la sociedad exclusivamente
mediante la ciencia y la tecnología, sino la
concreción de una política científica, es
decir, racional y apoyada en las ciencias,
sobre todo las sociales, (Las ciencias
sociales, la política y la crisis de los
paradigmas,
1996) donde sea significativa la carga humanista.
Actualmente el desarrollo
científico-tecnológico es una condición
indispensable para el bienestar de la humanidad y es
imprescindible regularlo para evitar su empleo antihumano, sobre
el cual tiene una carga considerable de influencia la
separación del pensamiento y
el sentimiento, escisión esta que se refleja, entre otras
manifestaciones, en el modo impersonal de la escritura
científica, con el cual desaparecen los actores de
la
investigación.
Esta despersonalización incide en el pensamiento
de los científicos y tecnólogos. Llegan a sentirse
excluidos del proceso de investigación y de sus resultados. Su
responsabilidad queda al margen y puede
desaparecer totalmente. Este efecto psicológico nadie debe
ignorarlo. El hecho de escribir en primera persona no
representa en sí negación o disminución de
la objetividad.
La despersonalización es uno de los hechos que
incide, directa o indirectamente, en la ruptura de la esencia
humanista. Este fenómeno es resultado no sólo de
acciones premeditadas, sino también de hechos imprevistos,
los cuales a la larga surten el mismo efecto. Se manifiesta
mediante direcciones.
Direcciones de la
ruptura de la esencia humanista de la ciencia y la
tecnología.
1- La ciencia y la tecnología como fuerzas
destructoras
No es reciente el tema de los daños
antropogénicos, es decir, aquellas consecuencias nefastas
de la acción
de los humanos, las cuales en gran medida se deben al uso
indebido de los adelantos científicos y
tecnológicos. Su presencia abunda en la esfera militar,
donde rebasan los límites de
la imaginación humana, pero fatalmente en detrimento de la
humanidad, no sólo por su capacidad destructiva,
demostrada en 1945 con el lanzamiento de las bombas
atómicas, sino por su costo. Un ejemplo
puede ser el avión B-2, cada uno cuesta más de dos
mil millones de dólares. Es doloroso pensar que con ese
dinero puede
salvarse la vida de casi cinco millones de niños,
de esos tantos que anualmente mueren por enfermedades curables.
Otro ejemplo está en los 31 mil millones de dólares
que dedican los Estados Unidos
para las investigaciones
militares y los 23 mil millones de dólares que destinan a
sus agencias de información (CIA, NSA, NRO, DIA).
(Ramonet, 2004)
Es preciso que cada hombre y mujer tomemos conciencia de la
necesidad de revertir estos efectos destructores y todos juntos
lleguemos a crear una cultura de paz donde prevalezcan las
investigaciones ligadas al desarrollo, dedicadas a conocer y
resolver problemas
sociales y naturales, así como a disminuir aquellas
con fines bélicos, siempre destructivas.
Fatalmente, la ciencia y la tecnología han
mostrado más de una vez su capacidad de provocar
daños. Ya la humanidad puede escribir una lista con sus
consecuencias negativas, se deban ya sea a intenciones cargadas
de avaricia, odio y misantropía o a errores de cálculo,
falta de visión, ignorancia, casualidad, donde pueden
estar presente lo impredecible e imprevisible.
Un ejemplo, entre no pocos casos, puede ser el de los
productos transgénicos. Con ellos el objetivo inicial era
aumentar la cantidad de alimentos
básicos y de este modo contribuir a eliminar el hambre,
mas las esperanzas depositadas sobre ellos se han enfriado y
crecen las preocupaciones en cuanto a sus consecuencias en la
salud, el medio ambiente
y la biodiversidad.
(Morales, 2003) El problema de la alimentación
está sin resolver, y es más, sin
atenuar.
En la esfera industrial también son evidentes
esos efectos negativos de los adelantos
científico-tecnológicos, los cuales se producen,
entre otras causas, por escapes de radiaciones debido a la
imperfección en la construcción de las centrales
electro-nucleares y por la creciente cantidad de desechos
radio–activos, no
siempre depositados de modo inocuo al medio ambiente.
El desarrollo de la industria química ha producido
agentes contaminantes, como el dióxido de carbono, los
fosfatos, el petróleo y sus derivados, los plaguicidas,
etc. (Márquez y Gómez, 1997). La extensión
de la
contaminación ha provocado los llamados problemas
ecológicos globales: el cambio de clima, el
daño a
la capa de ozono,
las lluvias ácidas, la desertificación, entre otros
que atentan, de una u otra forma, contra la vida de los
humanos.
Debajo de este título cabe la creciente
limitación de la ciencia y la tecnología, sea
con respecto a la participación en su desarrollo como
actividad o en cuanto al alcance de sus beneficios. En este
caso no podemos obviar las diferencias existentes entre ricos
y pobres, ya sean vistas en lo geográfico o en lo
antrópico.La referencia a esta dirección puede
propiciar rápidamente una asociación mental con
los países menos desarrollados, no obstante, las
restricciones también tiene cabida en los
países poderosos, donde los ingresos
regulan despiadadamente el acceso al desarrollo
científico-tecnológico. Un ejemplo es la
medicina,
diseñada para atender en correspondencia con el pago
por el servicio y
no por la necesidad del paciente.El limitado alcance se observa con más
crudeza y frecuencia mediante la comparación entre los
países de los llamados primer y tercer mundos. Una
cuestión actual y que sirve para ilustrar la
diferencia es la brecha digital. Estados Unidos posee
alrededor del 60% de las computadoras conectadas en el mundo
y 13 de los 46 nodos mundiales de innovación tecnológica
identificados en el año 2000. Tokio tiene más
teléfonos que toda África, por lo que en ésta son
ínfimos los servicios
posibles con las redes de computadoras si
son comparados con los del país asiático. En el
bloque de los poderosos vive el 80 % de los usuarios de
Internet,
en tanto que en América
Latina no rebasan el 12 % y en África Subsahariana
apenas llegan a un 0,4 %.( Investigación sobre
ciencia, tecnología y desarrollo humano en Cuba,
2003)Mientras que en los países desarrollados la
mayoría de la población piensa en elevar la calidad de la
vida cuando habla de ciencia y
tecnología, en los subdesarrollados es motivo de
lucha para eliminar el carácter restringido y elitista del
alcance de los logros científico-tecnológicos y
lograr la supervivencia de un mayor número de
habitantes y niveles decorosos de su existencia. En América Latina cada año muere
por enfermedades curables medio millón de menores de
cinco años de edad.En estas regiones son los niños y las mujeres
los sectores más perjudicados a la hora de recibir
estos beneficios. Pero con respecto a las mujeres es
necesario destacar que ellas al mismo tiempo son las que
hallan más obstáculos para acceder a los
conocimientos y participar en todos los ámbitos de las
actividades científicas.El limitado alcance de los adelantos
científico-tecnológicos es una extensión
de la desventaja de los países subdesarrollados con
respecto a los desarrollados en más de un aspecto.
Dentro de ellos están: 1- la economía; 2- el nivel de la cultura
científica, donde incluyo el grado de los resultados
de las investigaciones y su aplicación; 3- la estructura
social, sobre todo respecto al capital
humano integrado por científicos, investigadores,
especialistas. Con respecto a este último aspecto vale
puntualizar que los países donde se concentra el 75 %
de la población mundial tienen menos del 25 % de los
científicos del mundo. (Lage Dávila,
2001)Un factor de extrema importancia es la
economía. En sus límites se mueve la capacidad
adquisitiva. Ella condiciona el acceso que uno u otro pueblo
tiene a los mejores centros de estudio e
investigación, así como a los adelantos
científico-tecnológicos, cuyos precios
están ajustados a las posibilidades de los
países ricos, donde la riqueza de diez personas es
mayor que la producción de cincuenta y cuatro
países sumados (Galeano , 2002) Es oportuno subrayar
que las dos terceras partes de la humanidad se esfuerzan por
vivir con un presupuesto diario inferior a dos
dólares.La ciencia y la tecnología deben estar al
alcance no sólo de un número mayor de hombres y
mujeres, sino de toda la humanidad y en todos los rincones
del planeta, aunque deben priorizarse los sectores y regiones
más pobres. Factible ha de ser el crecimiento de la
universalización del método
científico de pensamiento, para extender su rigor
y profundidad en la observación, interpretación y organización de la vida
diaria.Todo este proceso implica la ampliación del
control de la sociedad no solo sobre sus consecuencias, sino
también sobre sus objetivos, tareas y perspectivas.
Representa redoblar la calidad humanista y creativa de la
ciencia y la tecnología y dotarlas de un
carácter policéntrico y democrático,
(Levins, 2001) exigencia ésta contemplada en la
intención de democratizar la cultura. Expandir el
acceso a ellas significa aprovechar su poder de un modo
más óptimo y ponerlo en beneficio de la
humanidad.- El alcance limitado de la ciencia y la
tecnología. - La mercantilización de la ciencia y la
tecnología.
En el mundo de hoy el mercado tiene un rango especial
donde se conjugan el principio y el fin de la mayoría de
las acciones. La ciencia y la tecnología no escapan de sus
influencias. Los recursos
financieros para los centros de investigación son
proporcionados por las grandes empresas y las
dependencias gubernamentales, por lo que sus representantes
están presentes en los comités directivos de la
investigación y toman decisiones sobre su
organización y orientación. El científico
sólo debe ocuparse de realizar el trabajo
preestablecido y en condiciones preestablecidas. (Covarrubias
,1995)
Como en una destacable cantidad de veces, prevalece el
interés
mercantilista de los sectores que financian las investigaciones,
muchas de éstas, de sobresalientes beneficios a la
humanidad, son abandonadas o no se les destina el financiamiento
necesario, mientras que a otras se les otorgan cantidades
gigantescas de recursos. En el primer caso aparece la lucha
contra el SIDA, en el
segundo, la carrera armamentista.
La comercialización de la ciencia y la
tecnología se muestra con un rostro más grave y me
provoca un mayor sentimiento de repulsa cuando se trata de la
salud humana. Ejemplos de esta actitud
repudiable podemos hallar en las transnacionales de productos
farmacéuticos. En esas empresas el motor impulsor
son ganancias y no la solución de problemas. La
producción de medicamentos de uso sistemático
cuenta con el estímulo de no pocos patrocinadores, porque
la reiteración del consumo aumenta sus dividendos. Sin
embargo, no ocurre así con los productos preventivos y con
los que se aplican una sola vez en la vida de una persona, a
pesar de su efectividad. Con ellos las utilidades no alcanzan los
niveles deseados por los empresarios.
Las patentes de innovación se convierten, en las manos de
las grandes compañías, en herramientas
de explotación comercial. Al desarrollarse y emplearse la
ciencia y la tecnología con fines comerciales aflora la
competitividad
como objetivo y deviene aspecto central de muchas instituciones
y empresas e incluso de la estrategia científica y
tecnológica de no pocos Estados. La competencia es
una vía rumbo al triunfo. Este representa la permanencia
en el concurso mercantil y la elevación de las ganancias.
El producto no competitivo está condenado a desaparecer,
aunque pueda ser beneficioso y útil.
Esa competitividad, de la que se habla como de un motor
mágico que dota de movimiento
ascendente a todo cuanto se gana el derecho a la vida, no es como
debiera ser: en cuanto a cuál logro
científico-tecnológico salva más vidas o con
mayor rapidez proporciona mayor beneficio a hombres y mujeres.
Con su estigma comercial mueve a planos inferiores las
necesidades humanas o se desentiende de ellas porque no ofrecen
rápidamente grandes ganancias.
4- La deshumanización teledirigida.
Desde tiempos remotos, los humanos hemos pretendido
transmitir nuestros criterios y estados emocionales y conocer los
de nuestro prójimo. Este proceso ha sufrido
transformaciones a lo largo de su historia, como fue el
desarrollo de su carácter clasista con la división
de la sociedad en clases sociales y el continuo perfeccionamiento
de ese intercambio mediante la creación de canales cada
vez superiores. La escritura fue uno de los primeros, seguido
siglos después por la imprenta, el
cine, la radio y
la
televisión, en los cuales se han introducido los
logros científico-tecnológicos que, entre otras
consecuencias, han dotado de carácter masivo a sonidos e
imágenes.
A su vez han aumentado la calidad y rapidez de la
transmisión y recepción de señales
y se ha redoblado su condición de fuente permanente de
formación de valores y
normas, de poderosa fuerza que puede influir sobre la
personalidad.
Los medios de difusión masiva son utilizados para
difundir diferentes contenidos, entre ellos, los
políticos. Como la mayoría pertenece a sectores
burgueses poderosos, son utilizados por los apologistas del
capitalismo
para buscar el apoyo masivo a los estereotipos de ese
régimen socioeconómico, difundir el apolitismo, el
desinterés por la acción en pos de cambios sociales
y la esperanza de arribar a la sociedad de la felicidad
sustentada en los adelantos
científico-tecnológicos.
Quienes tienen tales pretensiones saben que la
dominación no sólo se logra con la
supremacía de la fuerza, sino también con el
control y dominio de las mentes y los sentimientos. El imaginario
ha devenido un blanco predilecto de acciones estratégicas.
Estos dominadores se esfuerzan por establecer una opresión
afable. Los hombres y mujeres devienen víctimas de la
seducción, (Lesgards, 1999) con ella logran que los
dominados se conviertan en cómplices pasivos de un
despotismo (Ramonet , 2004) que imagino con sabor y apariencia de
confitura.
En este sistema de acciones es evidente la
manipulación mental mediante la información, de
donde no queda excluida Internet. Los hombres y mujeres corren el
riesgo de
convertirse en un títere de una computadora.
Esta, a su vez, es la cuerda manejada por un titiritero, cuyo
poder puede parecer infinito.
Los mensajes se organizan de forma que estimulen en el
receptor aceptación o rechazo según convenga y
modele su actitud. Se manipula a los receptores con el
correspondiente peligro de la pérdida de su capacidad de
pensar de un modo individual.
Entre los medios de difusión masiva sobresale la
televisión por su efectividad. En manos
reaccionarias puede ser una vía considerable para vaciar
la sensibilidad humana. En muchos casos deviene extraño y
paradójico sedante a base de violencia e
indiferencia. La deshumanización de la ciencia y la
tecnología en este caso se refiere a la violación
del derecho a la creatividad y originalidad. La capacidad de amar
y soñar también es invadida.
Esta alienación consistente en alejarse de las
características genuinas, de las raíces y tronco
verdaderos, de la historia de su propio pueblo, va aparejada a la
creación de un mundo virtual enlazado a las computadoras,
con personajes fantásticos, cargados de
características no humanas, sobrehumanas o inhumanas. Este
pasatiempo contendiente de violencia o conducente a ella posee un
ínfimo o nulo efecto enriquecedor espiritual
humano.
Los nuevos adelantos
científico-tecnológicos producen a su vez otro
efecto negativo sobre la esencia humana: la excesiva
individualización. Temo que con ella se teja una cultura
de la soledad, donde pierda espacio el cariño y la
simpatía profesada a nuestros coterráneos. Sin
querer y sin darse cuenta, los humanos tendemos a disminuir, y
hasta perder, la felicidad cotidiana de conversar con nuestros
amigos y familiares. Aparejadamente crece entre nosotros el temor
de perder tiempo, cuestión que no nos preocupa tanto
cuando estamos sentados a la
computadora.
Cualquiera de estas direcciones ha de ser motivo de
preocupación. La ciencia y la tecnología son
componentes de nuestra cultura y de nuestra sociedad, pero sobre
todo, actúan sobre nuestras vidas y no debemos perderlas
de vista. Esto es un asunto de todos los humanos.
El enfoque humanista permite captar la esencia humanista
de la ciencia y la tecnología y su ruptura en dependencia
de varios factores: económicos, políticos,
profesionales, individuales, dentro de los cuales tienen cabida
los intereses, aspiraciones y hasta los trastornos mentales.
Asimismo posibilita tomar conciencia de la necesidad de mantener
la ciencia y la tecnología bajo mirada crítica, para que no pierda su rumbo y
reconocer su inevitable democratización, como toda la
cultura.
Con ello subrayo la necesidad de poner al alcance de
todos los hombres y mujeres la actividad
científico-tecnológica y sus resultados, así
como el control de sus objetivos, tareas, perspectivas,
consecuencias, porque en ello va el destino no sólo de los
investigadores, sino de toda la humanidad. Esto es optimizar el
aprovechamiento de su poder y conservar su esencia
humanista.
Hoy, en medio de una creciente mundialización,
nuestra mirada tiene que ampliarse y sin despreciar lo simple,
hemos de desarrollar la visión compleja. No podemos
menospreciar ni ignorar conscientemente ningún aspecto de
la vida y mucho menos de la ciencia y la tecnología, sobre
todo si entre nuestros anhelos tiene un lugar la cultura
humanista.
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Autor:
Dr. Freddy Varona Domínguez
(Profesor de la
Universidad de Holguín)
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